La ética no puede ser un saber neutral, es decir, un saber desinteresado frente al mundo, que al mismo tiempo que orienta la vida, no se encuentre comprometido con ciertos valores y fines de la acción humana. Ahora bien, esto no significa que como saber, la ética se identifique irreflexiva y acríticamente con el contenido de un código moral específico, esto es, con un conjunto de normas y leyes morales que se trasmiten a las nuevas generaciones, ya sea en forma oral, por las costumbres, o en ocasiones, en forma escrita y sistemática, y que deban ser cumplidas por los miembros de un grupo social determinado para vivir mejor; como ejemplos de ello tenemos: el Código de Manú, escrito por los sumerios, los Diez mandamientos o la Tabla de Moisés, formulados por el pueblo judío, el Código de Hammurabi, elaborado por el pueblo babilonio, o en la actualidad, el código más importante con que cuenta gran parte de la humanidad: la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, formulada por la
ALGO PRECISO Y CLARO, DEJA MUY EN CLARO LA DIVISIÓN ENTRE ESTOS VALORES
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