El estoicismo
Para los estoicos, el hombre virtuoso se caracteriza por aceptar
el orden cósmico y mostrarse apático o imperturbable ante
los avatares personales y sociales.
El estoicismo fue fundado por Zenón de Citio (325-263
a.C.). Como los epicúreos, también los estoicos tendieron
a minimizar la importancia de los avatares humanos; pero
mientras aquéllos insistían, de modo principal, en la autarquía
y en la renuncia a los negocios y a las cosas de este mundo,
los estoicos, en cambio, aceptaban intervenir en los asuntos
y preocupaciones mundanas, aunque invitaban a la apatía o
a la indiferencia ante el éxito o el fracaso, ante las riquezas o
ante la pobreza.
Al igual que Sócrates y Aristóteles, para el estoicismo el
deber principal del ser humano consiste en esforzarse por ser
virtuoso, pues la virtud es el único bien absoluto de los seres
humanos.
La ética estoica exige de los seres humanos una fría racionalidad,
capaz de reprimir todas las emociones y sentimientos, así como mantener el equilibrio afectivo en medio de los mayores éxitos y de las mayores
desgracias.
La virtud consiste en el hábito racional de obrar conforme a las
exigencias de la Naturaleza o del Orden Cósmico. La persona virtuosa,
reconociendo y aceptando ese orden, se muestra indiferente ante el éxito
o la adversidad y permanece fiel a sí mismo, tanto en los placeres como
en los dolores.
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